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La Maquina del Aleph Gerald Bermúdez Tiempo, ¡tiempo!, ¿tiempo?, tiempo… ¿Tenemos tiempo?, ¿existe el tiempo?, ¿Hay tiempo?, ¿Cuántos tiempos hay? TIEMPO El tiempo tiene como sustancia muchas preguntas. El más próximo nos indaga sobre los inicios, finales, nudos y baches de la biografía del mundo como lo inventamos. Uno menos cercano es el tiempo de la memoria, el de la añoranza, el tiempo de lo que fue y tal vez siga siendo sin que lo sepamos o haya dejado de ser porque ya no lo sabemos nuestro. Hay otro tiempo que es el de las cosas que no están sujetas a nuestra mirada, a nuestra comprensión; es el tiempo de la anacronía, de lo eterno que siempre está ahí para mostrarnos lo fútil de nuestras ideas. No pretendo componer un tratado filosófico sobre los tiempos, no pretendo abrir una brecha en lo que ya se escribió sobre el tiempo. Solo busco poner a andar en mí esa forma de entender el tiempo que puede estar imbricada con lo que no nace ni perece, al m ismo tiempo que trato de descifrar el lugar que los segundos que se suceden unos a otros, ocupan en el mundo de la memoria y de ese tiempo de la nostalgia. T I E M P O Después de vagar por las elucubraciones que atienden a la física y la división del tiempo de manera infinita, como lo propusiera Zenón de Elea sobre el espacio en la paradoja del Pélida y la Tortuga; después de trasegar por los terrenos de la física cuántica y tratar de asir ese tiempo que es una probabilidad entre muchas otras; un hecho debido al azar reescribió toda la indagación sobre el tiempo como si fuera un nuevo dibujo en la arena.

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